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miércoles, 22 de septiembre de 2010

ENFRENTARSE A UN REFORMA EN CASA


Enfrentarse a una reforma siempre produce emociones encontradas: la ilusión y la pereza. En general, lo pasamos mejor planificando la obra, eligiendo materiales, rehaciendo una y otra vez los planos e imaginando lo confortable y renovado que quedará el espacio.

La parte dura empieza con la realidad de los hechos: presupuestos, papeleos, mudanzas temporales, albañiles, fontaneros, pintores… Y las conclusión de la obras que parecen eternas.

Además, hay un hecho indudable y es que las obras no terminan el día en que ya por fin estás en casa: siempre queda algo por rematar, y lo que es peor, algo que no quedó bien y hay que rehacer. En los meses siguientes nos enfrentamos a los vicios ocultos, o sea, todo aquello que quedó mal instalado que, tarde o temprano, sale a la luz.

Pero no hay que caer en el desánimo, se trata de una etapa difícil donde se pone a prueba todo: la economía, la relación con tu pareja, el trato con los trabajadores… Aún así, merece la pena; solo se debe estar preparado psicológicamente.

Además, si los españoles aguantamos todas nuestras ciudades en obras durante meses y años, esto significa que la paciencia es una virtud humana.

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