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miércoles, 11 de agosto de 2010

EL COLOR EN RESTAURANTES Y CAFETERIAS





Cuando entramos en un restaurante o cafeteria, nuestros ojos son los primeros que detectan la calidad del establecimiento contemplando los platos expuestos. El efecto del color es innegable, ya que, como suele decirse, "se come más con la vista que con el paladar".

En un restaurante especializado en pollos asados, se cambió la luz incandescente por otra de
vapores de mercurio, con lo cual las aves asadas tenian un aspecto descolorido y poco apetitoso, que hizo disminuir drásticamente la clientela. El dueño del establecimiento, dándose cuenta de lo que sucedía, rectificó y volvió a instalar la luz apropiada, con lo cual los pollos recobraron su aspecto atractivo y lozano.

Todo el color de superficie es afectado por la cualidad del color de la luz, por los colores próximos, por el olor y la limpieza. Muchos alimentos y bebidas son más apreciados por su color que por su gusto; la confiteria emplea los colores más fuertes y llamativos para decorar sus exquisitos dulces; la mantequilla requiere un cálido amarillo suave, pues cuando es blanca no resulta tan agradable.

La luz fría y la cálida tienen caracteristicas especiales que pueden ser utilizadas de manera efectiva. Las luces muy intensas y frías son adecuadas para cafeterías y bares; las suaves y cálidas para restaurantes, clubs de lujo y hoteles. Los primeros exigen un ritmo acelerado en el servicio y de una cualidad estimulante para que el cliente consuma y salga lo antes posible del local. En los segundos, al ser la permanencia del cliente más prolongada, la luz cálida crea un ambiente confortable y de descanso que le invita a prolongar su estancia.

El carácter o la clase de público es otro factor a considerar: para un sector de alto nivel los colores deben ser discretos y poco contrastados y para otro más popular se pueden usar con más contraste y animación. Un restaurante marinero no debe ser nunca tratado como un salón de té: el primero requiere azules y verdes con un buen contraste de naranja y rojo y el segundo colores más suaves y delicados en armonia con los finos manteles, las delicadas porcelanas y las deliciosas pastas que en él se sirven.

Con mucha iluminación cálida deben ser usados colores de tendencia algo más fría como azul o verde claro y marfil, con un tapizado en rojo cálido o tostado. Con iluminación escasa o muy suave es mejor el verde agrisado, azul, rosa o melocotón.

La vajilla debería ser en colores opuestos a los alimentos que se sirven: la mantequilla debería servirse en una mantequera o plazo azulado, que destacase su color; la ensalada en una fuente de color púrpura claro; la carne asada en un plato amarillo suave, el pan en una bandeja de color verde o azul. Estos colores no serían puros sino matizados o levemente agrisados.

Los manteles, así como el traje de las camareras deberían ser en color opuesto al de las paredes: si éstas son en verde azulado, los uniformas deberían ser en un rosa melocotón.

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